Noche de fandango prendió el inicio del Cervantino
Guanajuato, Gto. — 10 de octubre de 2025. Una brisa de son recorrió la explanada de la Alhóndiga de Granaditas en cuanto cayó la noche y comenzó el espectáculo que abre la edición 53 del Festival Internacional Cervantino. Se alzó el telón con un Fandango Monumental: fiesta de son y raíz, convocado para rendir homenaje al estado invitado, Veracruz, con un sentido abrazo cultural entre regiones.
Desde temprano, el ánimo se palpaba en el aire: decenas de personas aguardaban con entusiasmo la apertura del festival, haciendo fila horas antes para asegurarse un lugar. La multitud tenía hambre de música, danza y tradición, y recibía con emotividad cada acorde.
El espectáculo conjugó voces, arpas, zapateados y coplas en lo que fue una celebración del son jarocho en sus múltiples manifestaciones. Temas como Adiós morena, El torito abajeño, Las chaparreras y El Colas fueron entonados al unísono por agrupaciones como Caña Dulce y Caña Brava, Mono Blanco, Son de Madera y el Ensamble de Arpas Andrés Huesca, entre otros.
Niñas y niños de los Semilleros Creativos de Veracruz participaron con destacadas intervenciones interpretando sones en lenguas como totonaco y tenek, ampliando el diálogo entre generaciones y regiones. Su presencia aportó frescura, sorpresa y pertinencia al espectáculo inaugural.
A pesar del frío y de un cielo que amenazaba lluvia, el público resistió con firmeza más de dos horas de música continua. El ambiente fue de comunión cultural, de gozo compartido, de aplausos que no cesaban, mientras el escenario se iluminaba entre luces que danzaban al ritmo de cuerdas y versos improvisados.
Durante el concierto, los intérpretes reiteraron que el fandango es más que un género musical: es una práctica comunitaria que genera energía colectiva, felicidad e inclusión. Gianberto Gutiérrez, de Mono Blanco, afirmaba que “el fandango genera convivencia multigeneracional” y que el resurgimiento del son jarocho es también mérito de quienes lo hacen vivir en cada rincón.
Veracruz llegó al corazón del Bajío con escenas jarochas, remembranzas de iglesias blancas, aguas fluyentes, sonrisas y guitarras que parecían trasladar al público al Golfo. Voces entonaban versos celebrando la tradición, mientras el zapateado respondía con ritmo. Se vislumbraba una fusión entrañable entre memoria y presente.
Con esta inauguración, el Cervantino desplegó su intención de ser un cruce cultural vivo: entre estados, lenguas, generaciones y expresiones artísticas. La noche fungió como preludio vibrante de lo que está por venir en los escenarios del festival, mientras el “tapanco” que fue la explanada se convirtió en casa de la raíz sonora veracruzana.