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Tuesday 11th November 2025
Black Mirror ya no mira al futuro, ahora el terror es la nostalgia
By Redacción

Black Mirror ya no mira al futuro, ahora el terror es la nostalgia

Hubo un tiempo en el que Black Mirror se adelantó al futuro, de modo que la serie creada por Charlie Brooker terminó convirtiéndose, simultáneamente, en un éxito audiovisual y en una profecía del apocalipsis tecnológico. En la tradición de títulos legendarios como La dimensión desconocida y los relatos de J.G. Ballard, el gran soñador de las distopías domésticas, Black Mirror alertaba sobre escenarios posibles en los que los cómicos podrían llegar a presidir un gobierno, seríamos esclavos de las televisiones y nuestra reputación se basaría en la puntuación recibida en un perfil en internet.

Brooker, un guionista mordaz y corrosivo como el ácido, advertía un pavoroso abismo abierto por la informática, el auge de la comunicación vía pantalla, las redes sociales y el desarrollo de disciplinas con un limbo ético como la genética o la inteligencia artificial. Luego pasó el tiempo, las profecías se cumplieron (más o menos), y terminamos diciendo que la realidad ha terminado pareciéndose a un capítulo de Black Mirror. No es exactamente así, pero cada vez nos acercamos más.

Sin embargo, Black Mirror en 2023, ahora que acaba de llegar la sexta temporada a Netflix, va perdiendo progresivamente el contacto con aquellos primeros episodios que se emitieron desde 2011 en Channel 4. Al principio, Brooker escribía poco y sin sobrantes -tres capítulos por temporada, tres distopías horrorosas porque parecían posibles-, y tras una tercera temporada imperial, la cosa comenzó a acusar la fatiga a partir de la cuarta. La quinta, estrenada en 2019, suele citarse como la más floja, y con el paso del tiempo la idea se ha fortalecido: Black Mirror perdió pegada, no predijo la pandemia ni la nueva droga de los vídeos ultracortos sobre chorradas ni los volátiles activos digitales.

De modo que la nueva temporada incluye una novedad: en vez de mirar al futuro, busca generar miedo desde el pasado. Una reflexión súbita sería la siguiente: ¿es la nostalgia nuestra nueva fuente de incomodidades y desazones? ¿Es el miedo al futuro, y por tanto la búsqueda de seguridad en el pasado, la principal causa de malestar?

En Black Mirror ya hubo un episodio retro, el mítico San Junipero de la tercera temporada -que muchos fans indican como el mejor de todos-, pero ahí la fantasía ochentera se trasformaba en una inquietante imagen del futuro con un giro de guion final, que exponía una tecnología capaz de vencer a la muerte.

En la nueva tanda hay tres episodios que van alegremente atrás: Demonio 79 viaja a la Inglaterra pre-thatcherista y le da una vuelta de tuerca a la trama del apocalipsis nuclear y el auge de un nuevo horror fascista que debe ser eliminado, en la línea de La zona muerta, la novela de Stephen King, Más allá del mar se refiere a unos años 60 bipolares -la fantasía espacial contra la paranoia hippie-milenarista-, mientras que Mazey Day, ambientada a principios de los 2000, es un relato de terror clásico (y ramplón) con una crítica a la prensa amarilla.

Decía Brooker que esta huida hacia el pasado era la manera de no caer en el cliché de tener escribir ahora sobre IAs que chatean o criptodivisas que se desploman. Pero si evita mirar a un futuro incómodo, ¿es Black Mirror realmente Black Mirror?

Por suerte, los dos primeros capítulos están a la altura del prestigio de la serie, ya que tratan sobre el fetiche favorito de Brooker: las pantallas como fuente de malestar. Joan es horrible exagera la tendencia colectiva de transmitir nuestra vida a través de las redes imaginando un futuro en el que compañías tipo Netflix -bien el encaje de la autocrítica ahí- producirá series personalizadas para alimentar lo peor de cada uno. Y Loch Henry lleva al extremo la obsesión por los crímenes reales, esa sed morbosa que ha estallado en los últimos años con la crónica espectacular de las mayores abyecciones humanas.

Si a eso le sumamos el elenco lujoso en varias piezas -Salma Hayek, Josh Harnett, Annie Murphy, Aaron Paul: se han gastado el dinero como Dios manda-, al final resulta que Black Mirror, que estuvo en horas bajas, consigue recuperar su prestigio, pero sólo cuando insiste en ser una distopía. El terror añejo se ha vuelto un recurso esteticista -ahí están las producciones de A24-, pero es todavía, al mirar dentro del agujero negro del futuro posible, cuando se nos relaja el esfinter.

Información de El Mundo

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  • 25 de junio de 2023

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