El pulpo antártico nos advierte respecto al aumento del nivel del mar
Redacción | V+ Noticias
Océano Austral. Los científicos se han preguntado durante mucho tiempo si la capa de hielo de la Antártida occidental es una bomba de tiempo en términos del aumento del nivel del mar. La evidencia reciente extraída del ADN de un pulpo pequeño que vive en el océano Austral sugiere que la capa de hielo sí está en riesgo de derrumbarse, según un estudio publicado el jueves en la revista Science.
La investigación no predice cuándo podría ocurrir, pero señala que 1,5 grados Celsius de calentamiento global sobre el promedio mundial antes de la revolución industrial, o quizá aún menos, podría ser un punto de inflexión para la capa de hielo. En estos momentos, la Tierra está cerca de esa temperatura.
En la actualidad, varias poblaciones diferentes de Pareledone turqueti, conocido comúnmente como pulpo de Turquet, habita en aguas cercanas a la Antártida. Estos pulpos se desplazan por el suelo marino y, por lo general, no se alejan mucho de su hogar. Es probable que unos cuantos ejemplares o sus huevos floten de vez en cuando por las corrientes hasta grupos vecinos, pero las poblaciones en el mar de Ross y el mar de Weddell están separadas por la infranqueable capa de hielo de la Antártida occidental.
Aun así, los análisis genéticos de pulpos de distintas ubicaciones cerca de la Antártida muestran que estas dos poblaciones se mezclaban y compartían ADN hace unos 120.000 años. A esta época de la historia de la Tierra se le conoce como el último periodo interglaciar, antes de la Edad de Hielo más reciente, cuando las temperaturas eran similares a las de la actualidad.
Según los investigadores, los patrones observados en el acervo genético del pulpo solo serían posibles si la capa de hielo de la Antártida occidental no hubiese estado ahí en esa época y unos canales marítimos relativamente abiertos a lo largo del continente les hubieran permitido a los pulpos viajar con libertad entre los mares de Ross y de Weddell.
Los científicos saben que, en aquel entonces, los niveles del mar estaban varios metros más arriba, pero “la pregunta que ha tratado de responder la comunidad de la geociencia durante más de 50 años” es si hubo agua adicional que procediera de la Antártida occidental, señaló Sally Lau, investigadora posdoctoral de la Universidad James Cook en Townsville, Australia y autora en jefe del estudio nuevo.
Actualmente, la temperatura global promedio es de aproximadamente 1,2 grados Celsius más alta de lo que estaba entre 1850 y 1900, cuando la quema de combustibles fósiles comenzó a calentar el clima. Durante la última era interglaciar, la temperatura mundial promedio equivalía a cerca de 0,5 a 1,5 grados Celsius más cálida que su punto de referencia antes de la era industrial, pero los niveles del mar estaban de 5 a 10 metros más arriba que en la actualidad. Si el cambio climático derrite la capa de hielo de la Antártida occidental, los niveles del mar podrían elevarse unos 5 metros en promedio. (La capa de hielo de la Antártida oriental contiene aún más agua congelada, pero se considera más estable).
Los investigadores no declararon de manera explícita si las temperaturas de la actualidad ya habían condenado al planeta a un colapso de la capa de hielo occidental. “Aún no podemos asegurarlo, pero en definitiva lo inferimos”, señaló Nicholas Golledge, profesor de glaciología de la Universidad Victoria en Wellington, Nueva Zelanda, y otro de los autores del estudio.
Si la capa de hielo ya alcanzó un punto de inflexión, los cálculos sobre la velocidad con la que se derretiría varían entre los 200 y los 2000 años. “Nuestras acciones a partir de este punto cambiarán la velocidad a la que llegaremos a ese punto”, comentó Golledge.
A diferencia de lo que ocurre hoy en día, el último periodo interglaciar formó parte de un ciclo natural continuo de cambios en la inclinación del eje de la Tierra y su órbita alrededor del sol, y los cambios consiguientes en la cantidad de luz solar que recibe el planeta. Estos ciclos se suceden de manera gradual a lo largo de decenas de miles de años. Nuestras actuales emisiones de gases de efecto invernadero están provocando cambios similares en la temperatura, pero a un ritmo mucho más rápido.
Aunque las razones del calentamiento pasado y actual son distintas, el último periodo interglaciar sigue siendo una de las mejores analogías del cambio climático actual, afirmó Roger Creel, investigador postdoctoral de la Institución Oceanográfica Woods Hole. Creel no participó en el estudio publicado el jueves, pero ha colaborado con los cálculos del nivel del mar durante ese periodo.
“Se trata de una prueba contundente desde un punto de vista completamente distinto al que suele tener la comunidad climática”, dijo Creel acerca del estudio nuevo.
Algunos de los especímenes de pulpo estudiados por Lau se recogieron hace más de 30 años, en barcos pesqueros y expediciones científicas, y se conservan en museos. Dado que el ADN de los animales muertos se degrada con el tiempo, este tipo de investigación con especímenes de museo no ha sido posible hasta hace muy poco gracias a los avances en la secuenciación genética.
Otros científicos han demostrado que la genética de las poblaciones de animales terrestres coincide con el deshielo de la capa de la Antártida occidental en el pasado. Un estudio realizado en 2020 sobre los colémbolos, pequeños invertebrados que viven en el suelo, también sugirió que el hielo de la región del mar de Ross se había derretido durante los periodos cálidos a lo largo de los últimos 5 millones de años, incluyendo el último periodo interglaciar.
Los geocientíficos pueden usar modelos matemáticos para reconstruir las capas de hielo y los niveles del mar del pasado, pero la evidencia biológica que está surgiendo puede ayudar a corroborar estas reconstrucciones, señaló Ian Hogg, científico investigador en Polar Knowledge Canada, una agencia que monitorea las regiones polares, y uno de los autores del estudio de los colémbolos.
“Puesto que somos biólogos, sabemos que existen estos patrones entre las poblaciones”, afirmó. El desafío para los biólogos es explicar los patrones observados, mientras que el desafío para los geocientíficos que estudian la Antártida ha sido reunir evidencia observacional y física suficiente para validar sus modelos.
“Ellos nos proporcionan algo”, señaló Hogg. “Y nosotros tenemos información que proporcionarles a ellos”.
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